Cada persona va encontrando su lugar en la escuela. Nuestras mañanas, como sabéis, arrancan con circuitos de movimientos basado en habilidades motrices como el equilibrio, saltos o caídas; exploración de ritmos a través del contacto con diferentes instrumentos musicales -teclado, flauta, guitarra, pandereta, ukelele- aproximándonos siempre a la música tradicional de Cantabria y las músicas del mundo y choreo, con un grupo de que ha empezado un nuevo baile moderno.

Después llega el momento de los retos con diferentes temáticas. Este mes han sido:

  • Historia y geografía: hemos conocido la antigua civilización romana y viajado a través de los mapas físicos y políticos de Cantabria, España y Europa. Experimentando lo aprendido a través de la gamificación con el juego interactivo Kahoot que tiene bastante éxito entre los grupos. Hemos realizado un mural colaborativo sobre la vida en la antigua Roma con el grupo azul y elaboramos una maqueta del Coliseo romano con el grupo verde. Con el grupo morado nos acercamos a la civilización romana a través de libros infantiles ilustrados, leyendo curiosidades sobre las costumbres de dicha civilización. Conocimos los principales accidentes geográficos. Comparamos las deidades griegas y romanas y descubrimos las partes de la ciudad y costumbres en la antigua Roma, la llegada de los romanos a la península Ibérica y la Hispania romana a través del juego.
  • Tinkering: estuvieron con las teselas formando mosaicos, que luego hicimos digitalmente aprendiendo a hacer imágenes de Pixelart en movimiento (GIF). Viendo musicogramas usamos también un juego de habilidad y física en el ordenador que iba al ritmo de la música. Crearon medusas con materiales plásticos e hicimos una pequeña muestra de cómo reciclarlo para usar como textil. Aprendimos cómo instalar programas en el ordenador y a personalizarlo.
  • Pista: el grupo morado ha hecho juegos en inglés y practicado las estrategias de juego a través de tenis y trapa de la bandera entre otras cosas. Los verdes y azules han hecho un Cooper test para medir su estado físico, cuál vamos a repetir dentro de un mes.
  • Comunicación: el grupo morado hace juegos de lectoescritura y sesiones de cuentos. En los grupos azul y verde se han propuesto retos de comprensión lectora y expresión escrita. Hemos introducido el juego Dixit en todos los grupos, cosa que también está teniendo bastante éxito. También hicimos retos de ortografía y gramática. 
  • Ciencias: hemos tratado el ADN y otros temas de biología. En la parte de tecnología y física seguimos construyendo circuitos de canicas, conociendo los materiales, el uso de diferentes herramientas y sus movimientos para cumplir los objetivos comunes fijados en un reto conjunto por parejas.
  • Matemáticas: el grupo morado ha practicado fracciones matemáticas con plastilina y otras operaciones sencillas de forma manipulativa. Los grupos azul y verde hicieron retos de matemáticas con juegos de geometría, fracciones, divisiones y multiplicaciones.
  • Filosofía: tratamos los peligros y beneficios de los videojuegos, hicimos dinámicas de rol playing reforzando la empatía y el diálogo y conocimos la biografía de Gandhi. Inglés: Tenemos sesiones de juegos semanales con todos los grupos en que practicamos vocabulario y uso de inglés. A partir del interés personal el grupo verde prepara una presentación usando inglés y con tres interesados hacemos una sesión de ejercicios de inglés cada semana. Hemos tenido también ocasión de disfrutar jugando con la nieve en los alrededores de la escuela. El crecimiento interno de cada persona en cada momento de convivencia en el espacio y con el grupo no se puede expresar con palabras, pero está impregnado de ello cada día. Dejamos espacio a sus intereses personales con los proyectos, sugerencias de ideas y sobre todo procuramos que sientan el acompañamiento en sus necesidades emocionales. Los vínculos se van afianzando y lo más importante es que sentimos que su día a día es feliz en la escuela. Gracias al tiempo que nos dedican Nuria y Susana, tenemos dos estupendos talleres semanales:
  • Miércoles de teatro: han realizado dinámicas y juegos para conocer mejor a sus compañeros. Comenzamos con la respiración y relajación a través del juego, el cuenco tibetano les encanta. Juegos de percepción sensorial, de concentración (haciéndose dibujos en la espalda), de escucha y de espejos. Construyen sus propios cuentos. Juegos corporales a través de la mímica y de expresión, como recrear una bicicleta con el cuerpo entre todos o adivinar emociones. Acabamos las sesiones con improvisaciones teatrales dando rienda suelta a su imaginación. Gracias Nuria.
  • Jueves de cocina. En enero hemos preguntado quién quiere participar en el taller de cocina para poder aprender con motivación. El grupo que hizo el taller ha disfrutado de galletas de patata y arroz al curry. Cada vez se van interesando más y hemos agregado la investigación e historia de cada plato que elaboran. Están aprendiendo a organizarse y a adquirir compromisos, algo muy importante en cocina y en la vida misma. Gracias Susana.

Los viernes siempre aprovechamos para hacer cosas diferentes, como estar en contacto con la naturaleza cuando la climatología nos lo permite, como la ruta del Pozo negro en Rubalcaba de la que pudimos disfrutar este mes pasado. Otros en los que no hizo buen tiempo como para ello instalamos en el aula un espacio para el aprendizaje con actividades variadas para diferentes edades y maneras de trabajar, cuya temática fue la geometría.

También queremos destacar que el fin de semana del 14 de enero tuvimos con nosotros a Jordi Mateu, dando un curso intensivo sobre Educación Viva. Fue una experiencia inolvidable para el equipo y las familias que pudisteis venir, además de poder compartirlo con educadores, padres y madres de diferentes proyectos educativos de Cantabria. Es un viaje introspectivo muy potente, os animamos a participar el año que viene, en cuanto tengamos las fechas os lo comunicaremos.

Para finalizar seguimos la formación sobre educación viva, con esta herramienta de autoconocimiento sobre los patrones de acompañamiento. Comenzamos en diciembre con el “acompañamiento directivo” y en este boletín de enero, continuamos con el patrón de “acompañamiento motivador”.

Acompañamiento motivador:

Como  dijimos  anteriormente  con  el  ejemplo  del  dibujo  infantil,  en  este  patrón de  relación  el  adulto  acostumbra  a  hacer  valoraciones  positivas  del  niáo  y  de  sus acciones:  –  ¡Dibujas  muy  bien,  hija!  –  ¡Eres  una  crack!  A  veces  estas  valoraciones van  acompañadas  por  una  propuesta  de  ser  incluso  mejor:  –  Mira,  papa.  – Sí, estas  muy  arriba,  a  ver  si  puedes  subir  a  la  otra  rama,  campeón.  O  bien  por una  anticipación  de  lo  estupendo  que  será  hacer  o  conseguir  algo:  –  ¿No  has pasado  todavía  por  el  túnel?  Pues  es  genial,  ¡lo  pasarás  en  grande,  si  lo  pruebas!

Los adultos que están en el patrón motivador suelen preparar muchas actividades para  los niños,  gozan  de  ver  que  los  niños  son  activos  y  hacen  muchas  cosas.  De hecho, aprovechan   cualquier  situación   para  que   los   niños  aprendan   cosas.   El pequeño  se encuentra  absorto,  contemplando  una  planta.  La  observa  fijamente, inmóvil, en silencio.

El tiempo parece no existir para el niño, de hecho, él mismo, su   misma   subjetividad, parece no  estar   activa,   como  si   en   vez  de   un   niño observando  una  flor  hubiera  tan  sólo la  relación.  El  padre  se  aproxima  al  niño  y le  susurra:  -Es  una  margarita.  Y  esto  se llama  pétalos.  Al  adulto  motivador  le gusta  que  los  niño tengan  mucha  información, que  sepan  cosas,  que  se  lancen  a la  experiencia,  que  sean  unos  ganadores.  Parece como  si  detrás  de  esa  actitud residiera la fijación mental  de que  en la vida de  lo que se trata es  de ser siempre mejor,  de  superarse,  de  ir  adelante  sin  desfallecer.  La  imagen que  me  genera este  acompañamiento  es  la  del  asno  que  persigue  una  zanahoria atada  en  su cabeza.  El  tipo  motivador  desea,  como  el  directivo,  que  el  niño dice alguna tarea,  alcance  un  objetivo,  o  acumule  una  información,  pero  a  diferencia  del directivo,  quiere  además  que  al  niño le  guste  realizar  eso  que  el  adulto  quiere que haga.  No  le  basta  con  que  lo  haga,  sino  que  desea  que  quiera  hacerlo.  Para ello, presenta  la  tarea  a  realizar  de  forma  que  parezca  bien  atractiva:  –  Os  voy a  enseñar un  juego  con  los  números.  Es  súper  divertido,  ya  veréis.  Y  cuando  el niño desvía su atención de la tarea, entonces utiliza todos sus recursos didácticos para  captarla  y retenerla: el  educador  elige  el  cuento  de  los  tres  cerditos  y  pide a  los  niños  que  se  sienten ante  él  para  escucharlo.  Modula  su  voz  para  semejar a  cada  animalito  del  cuento. Mueve  sus  brazos  para  impactar  emocionalmente  a los  niáos.  Y  cuando  algún pequeáo pierde  la  atención  en  él,  e  incluso  amaga  con levantarse  para  ir  a  otro  lugar, entonces  el  buen  cuenta  cuentos  alza  su  voz  con energía  y  grita:  –  Y  el  loboooooo!. El  pequeño  se  sienta  de  repente,  atraído  por semejante  estímulo.  El  adulto  ha conseguido  de  nuevo  captar  la  atención  del niño  y  dirigirla  hacía  el  lugar  correcto.  El tipo  motivador  piensa  que  el  acto educativo  consiste  en  sacar  lo  mejor  del  otro.  De hecho,  siente  con  orgullo  que es un buen educador si consigue que el otro sea mejor. Es la imagen del entrenador  de  futbol,  que  mientras  los  niños  juegan  les  grita constantemente para  arengarlos  a  tener  mayor  intensidad,  porque  de  lo  que  se  trata es  de  ser mejor,  no  basta  con  entregarse  y  vivir  la  experiencia,  hay  que  superarse:  – Muy bien, muy bien, muy bien, sube por la derecha, eso es, síguele, síguele, síguele, bieeeen, muy  bien.  Al  motivador  le  gusta  que  los  niños  se  lo  pasen  bien,  que  se sientan  bien. A  menudo  habla  con  un  lenguaje  infantilizado,  como  cantando.  Le parece  que  todo lo que  está  relacionado  con  la  infancia  debería  ser  lindo,  tierno, lleno  de  emociones positivas.  El  padre  motivador  desea  ser  sensible  ante  las necesidades  de  los  niños. Prefiere  dar  dos  o  tres  opciones  antes  que  mandar,  no desea  lastimarlo.  Y  cuando  el pequeño  se  sume  en  la  tristeza  y  el  desánimo, entonces  el  adulto  intenta  rescatarlo de  ahí  para  que  salga  adelante:  –  ¡Dibujo fatal,  soy  malísimo!  – ¡No  digas  eso,  a  mi  me  encantan  tus  dibujos,  lo  haces

muy  bien!  El  maestro  motivador  tiende  a  ser  un  educador  innovador,  que  desea que  los  alumnos  sean  los  protagonistas  de  su  aprendizaje.  Para  ello,  prepara  con entrega  sus  clases,  piensa  en  actividades  de  refuerzo,  de  múltiples  inteligencias, de  atención  a  la  diversidad.  Más  que  darles  pescado,  le  gusta  enseñar  a  los  niños a pescar por sí mismos. Y  si los niños no quieren pescar en ese momento,  tendrá preparada  una  manera  para  atraerlos  de  nuevo,  porque  de  una  manera  u  otra,

eso  es  lo  que  toca  hacer.  El  tipo  motivador  vive  constantemente  proyectado  en el  futuro.  Cada  acción  se  justifica  en  su  necesidad  para  el  bienestar  futuro, justamente  como  la  lógica  escolar,  en  que  el  pre-escolar  se  presenta  como  una preparación para la primaria, que a su vez es una preparación para la secundaria, que  será  la  puerta  del  bachillerato,  para  poder  ir  a  la  universidad,  conseguir  un trabajo  bien  remunerado  y  ser  feliz.  De  nuevo,  la  anticipación  de  la  recompensa o  el  miedo  a  su  ausencia  parece  ser  lo  que  moviliza  al  comportamiento.  Los niños   aprenden   así   a   estudiar   para   pasar   el   examen,   sacar   buena   nota,   o prepararse  para  el  futuro.  Poco  a  poco,  el  niños  se  va  desconectando  de  su  deseo interno  para  ir  entregándose  a  la  expectativa  del  adulto,  un  adulto  amoroso, con  quien  mantiene  un  vínculo  estrecho.  Siente  en  el  adulto  una  expectativa tan  grande,  que  no  puede  defraudarlo.  Y  gradualmente  va  siendo  afectado  por ese  virus  de  la  intranquilidad  y  el  estrés  tan  extendido  en  nuestra  sociedad:  – Cierra los ojos, pide un deseo, y bufa las velas, ya verás cómo se hará realidad!

¿Por  qué  tiene  que  pedir  ningún  deseo?  ¿Por  qué  meterle  en  ese  lío  de  la expectativa?  ¿Por  qué  la  vivencia  y  la  expresión  de  la  emoción  ahora  resulta  que es  lo  más  sublime?  Cuando  el  niño está  presente  y  se  entrega  a  la  vivencia,  no falta  nada,  ni  nada  sobra.  No  hacen  falta  palabras,  ni  inmortalizar  el  momento, ni  recibir  ningún  tipo  de  valoración  positiva.  Si  un  niño  está  bien  cuidado,  si  en el  seno  familiar  hay  un  buen  equilibrio  entre  seguridad,  amor  y  autonomía,  su autoestima seguramente estará suficientemente sana. Y si es así, al ir madurando como   adulto,   podrá   también   ir   abandonando   en   la   orilla   ese   barco   de   la autoestima  para  adentrarse  en  un  mundo  donde  ya  no  es  necesario,  de  hecho, donde  resulta  más  bien  un  obstáculo.  9  El  acompañamiento  motivador  suele

provocar un exceso de dependencia de la valoración ajena. El niño ha sido entrenado  para  gustar  al  otro,  para  buscar  la  aprobación  del  otro,  para  moverse por  premios  y  recompensas.  Y  al  vivir  esto,  va  perdiendo  también  criterio  sobre el  valor  intrínseco  de  la  acción.  Pero  quizás  la  peor  de  las  consecuencias  es  la ansiedad  constante  que  todo  esto  provoca,  la  proyección  constante  en  el  tener, llegar  a  ser,  y  superarse.  Estamos  tan  acostumbrados  a  la  idea  que  superarse  a uno  mismo  es  bueno,  que  quizás  no  apreciemos  la  trampa  que  esa  idea  supone. Desde  luego,  uno  tiene  que  ir  mirando  las  cosas  que  le  cuestan,  ya  sea  por temperamento  o  por  condicionamiento.  Y  si  esas  cosas  provocan  dolor,  tiene sentido  ir  poniendo  cierta  atención  para  abrir  la  posibilidad  a  ir  creciendo.  Si  un padre, por ejemplo, conecta  con  facilidad con  la ira y grita demasiado a sus  hijos, tiene  sentido  que  focalice  su  atención  en  ello  para  entregarse  al  proceso  de desarrollo.  Lo  contrario  sería  cerrarse  a  la  sensibilidad,  desde  el  miedo  o  la pereza.  Pero  uno  puede  entregarse  y  estar  atento,  sin  necesidad  de  dividirse internamente,  sin  estar  en  lucha  con  lo  que  es,  sin  estar  en  una  ansiedad constante  por  llegar  a  ser  mejor.  Porque  no  hay  ningún  lugar  donde  llegar,  todo lo  que  somos  está  aquí,  ahora,  por  debajo  de  eso  que  pensamos  que  somos,  por debajo de eso que sentimos que somos. Desde luego si un niño tiene la autoestima dañada,  será  necesario  proporcionarle  mucha  seguridad,  aceptación  y  posibilidades de  autonomía  para  que  vaya  cambiando  sus  vivencias  orgánicas,  emocionales  y mentales  que  sostienen  esa  sensación  de  sí  mismo.  Pero  si  está  bien  cuidado, inculcarle  el  virus  de  ser  mejor  tan  sólo  le  lleva  a  la  sensación  de  carencia,  de falta  de  ser,  de  ansiedad.  A  veces  observo  niños pequeños y  me  parecen  adultos envejecidos.  Niños  llenos  de  información  que  van  repitiéndola  a  los  demás  para

gracia  de  sus  padres,  niños  que  necesitan  tener  más  cosas  para  poder  divertirse, niños  que  han  perdido  la  esencia de  ser niños  porque  el  adulto  no  cesa de  acelerar su  crecimiento.  El  buen  jardinero  sabe  que  para  que  la  planta  crezca  necesita cuidar  el  ambiente,  observar  si  falta  o  sobra  agua,  sol,  aire,  cuidarla  con  amor, pero  no  arengarla  a  crecer  ni  estirarla,  porque  todo  eso  daña  la  estructura interna  del  organismo.  Cuando  mi  hijo  mayor  tenía  unos  cinco  años,  recuerdo que  un  día  estábamos  en  el  parque  de  la  Ciudadela  con  unos  amigos  míos  del mundillo  de  la  educación  libre,  cuando  otro  niño  le  quitó  la  pelota.  En  esa temporada  a  Alex  le  costaba  decir  no  y  afrontar  su  inseguridad,  así  que  vino hacia  mí  para  sentirse  seguro  y  recuperar  su  balón.  En  esa  época  yo  estaba  en la ideología que el buen educador promueve que el otro haga las cosas por sí mismo,  así  que  le  respondí  a  mi  hijo:  Ves  a  buscarla  tú,  vas,  le  pides  la  pelota, y regresas, es fácil. Alex se quedó inmóvil, su cara expresaba el miedo que sentía, todo  su  cuerpo  estaba  como  empequeñecido.  Yo,  desde  la  misma  sensibilidad  de camello,  le  continué  arengando  a  solucionar  sus  problemas  por  sí  mismo,  cosa que  no  hizo  más  que  empeorar  el  dolor  de  mi  hijo:  no  sólo  se  sentía  frustrado por  no  tener  la  pelota  y  tenía  miedo  de  irla  a  buscar,  sino  que  además  mi insistencia  le  estaba  diciendo  que  debería  ser  capaz  de  hacerlo,  es  decir,  que  a ojos  de  su  padre  no  era  suficientemente  bueno.  ¿Quiere  decir  esto  que  cuando un  niño  no  se  siente  capaz  de  hacer  algo  por  sí  mismo  debemos  hacérselo  por él?  Desde  luego  que  no,  eso  volvería  a  ser  un  método.  Lo  que  deseo  mostrar  es que  tan  inadecuado  puede  ser  motivar  como  proteger.  De  lo  que  se  trata  es  de percibir lo adecuado en cada momento. Cuando descubrí eso, empecé a acompañar los  miedos  de  mi  hijo  según  lo  que  sentía  que  era  adecuado.  A  veces,  cuando

otro  niño  le  quitaba  algún  objeto,  yo  le  acompañaba  a  recuperarlo.  Al  llegar hasta  el  otro  niño,  al  principio  le  preguntaba  a  mi  hijo:  ¿Quieres  hablar  tú  o quieres   que   se   lo   pida   yo?   Si   él   rehuía   pedir   su   objeto,   lo   hacía   yo,   con tranquilidad,  y  sin  ningún  moralismo  posterior.  Él  vivía  la  situación  con  calma  y aceptación,  sin  culpabilizarse,  y  poco  a  poco  iba  fortaleciendo  esa  parte  de  sí. 10  Otras  veces,  si  por  ejemplo  me  pedía  acompañarlo  al  baño  desde  el  comedor de  casa  y  yo  percibía  que  podía  hacerlo  por  sí  mismo,  yo  le  contestaba  que estaba  ocupado  con  algo,  si  así  era,  y  que  si  quería,  podía  abrir  las  luces  del pasillo.  Entonces  él  hablaba  todo  el  tiempo  conmigo,  mientras  caminaba  por  la casa,  mientras  orinaba,  para  sentirse  unido.  ¿Cómo  saber  cuándo  hacer  lo  uno  o lo  otro?  Eso  no  es  importante,  esa  pregunta  debilita,  desvía  la  atención  de  lo esencial.  De  lo  que  se  trata  es  de  que  el  adulto  no  se  separe  del  pequeño,  que es  lo  que  ocurre  cuando  le  aplica  un  patrón  de  acompañamiento  u  otro.  El  niño se  puede  sentir  amado  tanto  si  se  le  motiva  a  hacer  algo  que  le  cuesta  como  si se  le  ayuda  a  hacerlo.  Pero  no  se  siente  mirado  con  amor  si  se  le  aplica  un método  para  cambiarlo,  incluso  si  es  para  que  sea  supuestamente  mejor.  El acompañamiento  motivador  promueve  la  construcción  de  una  personalidad  activa y  positiva,  que  llena  de  proyectos  su  vida,  pero  a  menudo  que  tiene  una  gran carencia de  paz  y de  ser interior. Su  vida es  una lucha constante  para ser mejor, para  mostrarse  válido  ante  los  demás  y  ante  sí  mismo.  A  pesar  de  que  algunas de sus habilidades a lo largo de su vida le pueden conducir a tener éxito económico o  social,  padece  una  cierta  ansiedad  latente,  de  la  que  tan  sólo  podrá  salir  del todo  ante  una  gran  crisis  que  le  lance  finalmente  del  asno  al  suelo.

Enero 2023

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